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Columna: Sharif Laibe

Una de las razones por la que me volví emprendedor fue porque me sentía un extraño bajo normas y reglas empresariales en las cuales no creía, y que desde mi perspectiva limitaban la libertad personal y los objetivos laborales.

Entre ellas la desgastante acción de “marcar tarjeta” todas las mañanas, como si llegar primero e irse último fuera un factor determinante en el éxito de los resultados, y donde la importancia de tu potencial creativo y ser eficiente (cumplir los objetivos de la mejor forma en el menor tiempo posible) fuera algo secundario destinado a los rebeldes sin causa que tarde o temprano son un peligro para el jefe patrón de fundo y el chupamedias de turno que le informa de estas “irregularidades”. Y en este ámbito, de la anticuada mentalidad tradicionalista, otro símbolo que para mí representa el adoctrinamiento irrisorio que algunas instituciones desean perpetuar es el uso obligatorio de la corbata, tema que ha resultado en una polémica abierta en las redes sociales los últimos días, dado el desafortunado comportamiento del diputado Urrutia al exigirle al abogado constitucionalista Jaime Bassa que utilizara corbata en la Comisión de Defensa de la Cámara.

Como país que busca avanzar social y económicamente no podemos quedar estancados en viejas tradiciones que poco aportan al cumplimiento de los objetivos, siendo un punto crítico si lo llevamos al emprendimiento dónde más importante aún es sacarse los uniformes y comenzar a dar libertad plena a los colaboradores para que puedan desempeñarse de la forma en la cual mejor se desenvuelva su potencial técnico y creativo, y dónde sobre todo pueda ser feliz en esta acción. De sobra está citar los múltiples estudios que confirmar que una persona feliz es más eficiente en su trabajo.

Antiguamente las corbatas representaban confianza y credibilidad, ahora pienso que eso ha quedado atrás definitivamente y sólo es un simple utensilio decorativo de vestir, que opcionalmente cualquier persona puede usar. Como líderes de organizaciones emprendedoras nuestro deber es ampliar el potencial de nuestro equipo y no limitarlo, por lo que te invito a revisar a fondo tu modelo en esta materia y dar fin de raíz a estas ridículas exigencias.

Si en tu trabajo este tipo de exigencias son obligación, y tú no estás cómodo, tal vez es momento de unirte a la revolución de las corbatas, a vestirte como sientas que es mejor, aunque eso te lleve a dejar lo que actualmente haces. La vida es demasiado corta para estar incomodo en una labor en la que te desenvuelves una cantidad de horas importante durante el día.

En este caso la corbata es tan sólo una representación de un sistema tradicional, pero también existen otras manifestaciones como los uniformes de trabajo, la ya nombrada acción de marcar tarjeta, los informes innecesarios, los archivadores en plena era digital y el adoctrinamiento inconsciente que te impide darte cuenta que en la mita de tu almuerzo hasta la credencial de la empresa llevas colgada como obediente y sumiso servidor.

Finalmente, es importante aclarar no sólo al diputado Urrutia, sino a todos aquellos políticos que ostentan un cargo público, del sector que sean: Los trabajadores y ciudadanos de Chile, en todas sus formas, no trabajamos para ustedes, por el contrario ustedes tienen como principal función servir a la Nación, promover el bien común y administrar el Estado de la mejor forma, por lo que para la próxima que crean que el poder de negociación lo tienen ustedes no olviden que trabajan para cada uno de los ciudadanos de este país, nosotros somos el Estado, y un invitado a la comisión que sea merece el máximo de respeto, sea un letrado con corbata o un desaliñado emprendedor como yo.